Amor y sangre by Luis Javier Moreno B

Amor y sangre by Luis Javier Moreno B

autor:Luis Javier Moreno B. [B., Luis Javier Moreno]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Difundia ediciones
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


TERCERA PARTE

(Paula Bascuñán)

Capítulo I

Andrés manejaba como un loco, por momentos pensé que terminaríamos reventados contra un árbol o, si teníamos suerte, atravesados en alguna zanja fuera del camino. En la radio se escuchaba una selección de temas antiguos de Whitesnake, Andrés me hablaba sobre cada una de las canciones con gran propiedad, como si fuera el biógrafo oficial de la banda o algo por el estilo. Me explicaba sobre caminar a la sombra del blues y la verdad es que yo no tenía la menor idea de lo que me trataba de explicar. Yo conocía algunas canciones de Whitesnake, pero ninguna de ellas estaba en la selección del CD de Andrés. Él mismo me contaba, entre miles de historias pequeñas, que se trataba de su propia selección de lo mejor, lo que me pareció muy discutible. De pronto reconocí una canción: era Here I Go Again, aunque era una versión extraña, algo más lenta que la que yo recordaba. Igual quise ser simpática y canté junto a él, como si de verdad nos estuviésemos divirtiendo.

De pronto Andrés tuvo que esforzarse por no salirse del camino, el auto derrapó fuera del pavimento en una curva y sentí que casi nos matamos ahí mismo. Por suerte logró controlar el volante a tiempo y seguimos como si nada. Si hubiese creído en Dios en ese momento me habría puesto a rezar, pero no quería demostrar ninguna debilidad. No soporto a las minas que gritan, lloran y patalean por cualquier estupidez. Yo seguía siendo fuerte y el loco de Andrés no iba a lograr minar mi armadura. Por lo menos así pensaba en ese momento.

—¿Has visto dibujos animados? —preguntó Andrés de improviso, sin bajar el volumen de la música.

—Claro —dije—, todos hemos visto monitos alguna vez.

—¡Monitos!

—Bueno, como quieras llamarles…

Desde ese momento Andrés se dedicó con inusitado afán a ver exclusivamente hacia el camino y ya no volvimos a perder el control del vehículo ni nada parecido. Yo me daba cuenta de que él estaba molesto, pero yo ya no tenía ganas de arreglar nada.

Éramos compañeros de carrera en la Universidad del Pacífico, ambos estudiábamos publicidad y compartíamos esa noche el auto por razones totalmente diferentes. En realidad Andrés me había invitado por el fin de semana a una cabaña cerca de Algarrobo y yo sorprendentemente acepté. La noche anterior estuve tratando de descubrir por qué Andrés me había invitado y la verdad es que no llegué a ninguna conclusión definitiva. Claramente no era solo sexo, él estaba pololeando con Anita, que tenía el mejor cuerpo de la facultad y que estaba siempre dispuesta a complacerlo de cualquier manera. Yo sentía que ella estaba tan enamorada de él que a veces parecía verdaderamente una tonta. A lo mejor eso mismo le quitaba algo de su atractivo. En fin, tal vez Andrés quería probar carne nueva, quién sabe.

—Los 'monitos', como les llamas tú —me dijo con gravedad—, no son solo cosa de niños.

—Por favor, Andrés, no hay una segunda lectura en Tom y Jerry o en Los Picapiedras.



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